Déjame echar un bis

Las letras de personas que no conozco hablan de mí.
Quema por dentro llorar en silencio, pero si algo me han enseñado es que nunca puedes decir que estás solo contra el mundo.

Duele subir al escenario, pensar que solo queda una última canción antes de la ovación final, saber que se nos va la vida por la ventana y que corre tanto que no llego.

Los acordes menores suenan más tristes desde que no los cantas en mi oído y me pierdo. Espero encontrar las palabras justas para que no te vayas hasta que acabe de contarte nuestra historia en forma de bolero.

Si no me llega el repertorio podría echar una más antes de que te alejes para siempre, te adelanto que todas hablan de ti; pero con un punto de ficción es probable que nos encuentres ligeramente disfrazados y no te niego que es posible que tú estés un pelín idealizado. Me tomo mis licencias de autor para cantar una última canción sin romperme en pedacitos al ritmo de un te quiero.

Se rasgan las cuerdas del violín, un par de golpes en el cajón y llega mi entrada triunfal en la que te canto a ti y a otros tantos que nunca llegaron a cruzar el umbral de mi habitación. Para ellos ya no hay bis ni segundas oportunidades;  se rompieron con sus promesas y ya no lloro más lágrimas que sonrisas me provocan sus recuerdos. Le pongo un poco de ritmo y te vas con el final de la canción.


Déjame echar un bis que aún tengo una espinita más que escupir con cada palabra que suena al son de un jazz inglés.
Déjamee echar un bis que todavía no me quiero bajar de este tablao, tengo prescripción médica. 
Déjame echar un bis que aún tengo una historia más para esos aplausos tuyos. 
Déjame echar un bis que esta te la dedico a ti; al último, al que se quede a esperarme entre bastidores. Te prometo que por una vez acaba bien.
Déjame echar un bis que aún me queda voz, nunca estoy sola, lloro cantando y subir al escenario es matar todos mis demonios con cada última canción.

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